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La ciencia en el proceso de enamoramiento

¿Quién no ha sentido alguna vez la inexplicable fuerza del enamoramiento? Si la has sentido entonces es muy seguro que hayas experimentado algunas sensaciones como sudoración en las manos, palpitaciones, taquicardia, nerviosismo, cosquilleo en el estómago, pérdida de concentración, estado de euforia: toda una cadena de sensaciones bioquímicas entrelazadas, las cuales, tienen su lugar de origen en nuestra corteza cerebral, luego en nuestro sistema endocrino y finalmente se convierten en unos cambios químicos como respuesta fisiológica por la segregación de ciertas sustancias.

Seguramente te has preguntado, ¿cuál es la razón por la cual nos fijamos en determinada persona? Solo unos pocos candidatos, con los cuales compartimos de manera efímera o circunstancial, serán capaces de provocar esta tormenta y encender nuestros circuitos cerebrales y desencadenar la química amorosa. Para comprender este proceso de manera bioquímica, es importante considerar que se habla del estado de enamoramiento, ya que el amor conlleva a consideraciones más amplias, pues hay en él condicionantes sociales, culturales y psicológicas. Nuestro cerebro y órganos de los sentidos dan paso a estas sensaciones, la vista es fundamental en la primera fase de este proceso: la atracción, además el olfato resulta ser esencial, ya que este detecta moléculas esparcidas en el aire que son interpretadas por sensores de nuestro epitelio olfativo, generando cierta atracción hacia esa fragancia.  En la mayoría de las ocasiones nos suelen atraer personas que son similares a nosotros, esto es, que tienen gustos a fines, una inteligencia similar, un parecido físico, sin embargo, puede haber contradicciones, porque a menudo también nos atraen personas que nos resultan diferentes, extrañas o misteriosas, porque evolutivamente pueden llegar a representar una descendencia genética más variada.

La segunda fase de este proceso es el enamoramiento, en esta juegan un papel muy importante las sustancias químicas que encontramos en nuestro cuerpo, ya que pueden actuar como neurotransmisores, neuromoduladores y hormonas que interaccionan con células nerviosas u otros órganos, ocasionando una cascada de reacciones emocionales eléctricas y químicas. Algunas de las sustancias más importantes implicadas en este proceso son: la adrenalina, que se libera cuando sientes atracción por alguien, además es la causante de la sensación de nerviosismo, la oxitocina y vasopresina, sustancias producidas por el hipotálamo y liberadas, posteriormente, por la acción de la glándula pituitaria; estas actúan en el sistema de recompensa dopaminérgico y estimulan la producción de dopamina en el hipotálamo. La dopamina es un neurotransmisor que nos hace sentir placer y euforia al compartir con la persona amada, a tal punto que llegamos a sentir que es único o única es nuestra vida y centramos mucha atención en ello. La oxitocina, se activa fundamentalmente a través contacto físico y ayuda a forjar los lazos permanentes, la norepinefrina hace que el corazón lata más rápido, suba la presión arterial, nos suden las palmas de las manos y nos ruboricemos y, finalmente, la serotonina controla nuestros estados de ánimo produciendo sensación de felicidad.

El apego es la última fase, con el tiempo la sensación de afecto crece mientras que el enamoramiento apasionado decae y las sensaciones de calma y estabilidad con la otra persona empiezan a consolidarse. Sin embargo, usualmente cuando la cadena química desciende, muchas personas interpretarían este hecho como una pérdida de amor. Lo que realmente sucede, es que nuestros receptores neuronales ya se han acostumbrado a ese exceso de flujo químico, y entonces el enamorado, necesita aumentar la dosis para continuar sintiendo lo mismo; esta situación puede convertir una variación de intensidad natural en una crisis para la relación e incluso llevar a el rompimiento, en el cual a partir de una situación de rechazo pueden presentarse reacciones emocionales como desesperación e ira, luego de una resignación dolorosa nos damos cuenta de que la recompensa no llegará y aflorará la perdida, los niveles de dopamina y otros neurotransmisores disminuirán. Con el tiempo el cerebro necesitará recuperarse para volver a los niveles normales de flujo químico y recobrar la estabilidad.

En conclusión, las señales neuroquímicas, por muy confusas que sean, nos ayudan a entender un poco más nuestras reacciones emocionales. Cuanto mayor sea nuestro conocimiento sobre el proceso de enamoramiento, contaremos con herramientas para actuar de manera más favorable ante diversas situaciones o por lo menos comprender las sensaciones que estamos viviendo y su origen. Es crucial mencionar que todos hemos pasado o pasaremos por este estado y forma parte de nuestro desarrollo emocional y afectivo, por tanto, hay que fortalecer en nuestros jóvenes la responsabilidad afectiva y el reconocimiento del cuerpo y su funcionamiento desde lo personal a lo colectivo.

Luisa Fernanda Rodríguez González

Licenciada en biología.

Docente pensamiento científico.

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